Hubo un momento que todo era (casi) perfecto. Google (una empresa que seguía el lema de don’t be evil) te daba acceso justo a lo que querías, llevándote a webs en las que se notaba que había un ser humano detrás. Te dirigía también a foros y blogs de micronicho, donde apasionados de los temas más variados ofrecían guías y recomendaciones por amor al arte. Te registrabas en esos foros y pasabas las horas discutiendo sobre tus obsesiones con frikis de tu nivel. Añadías los blogs que descubrías a tu Google Reader para no perderte ninguna actualización. A lo mejor hasta te animabas a hacerte tú mismo un blog, total, estaba tirado. Todo un flujo de contenido asíncrono, hecho para ser leído cuando mejor te viniese, sin presiones, sin limitaciones de tiempo o espacio. Se formaban pequeñas comunidades donde surgían peleas pero también amistades para toda la vida. En muchos blogs, lo personal se filtraba en los posts temáticos y llegabas a tener verdadero aprecio por sus autores. Uno de los mejores ejemplos de cómo el altruismo y el colectivismo sacan lo mejor del ser humano.

Pero algo se rompió en algún momento. Muchos autores de webs pensaron que estaría bien sacarse un dinerillo con el contenido (algo totalmente lícito), y empezaron a ver cómo maximizar sus visitas. La principal fuente de visitas era Google, así que la primera página de resultados del buscador se convirtió en un campo de batalla donde la web ganadora era la más optimizada para el buscador. Poco a poco el contenido dejó de estar pensado para ser útil, sino dirigido a las caprichosas reglas de Google, haciendo que su buscador cada vez fuese menos provechoso. Además, toda esta degradación se vio acelerada en cuanto Google empezó a dar más espacio a las webs que pagaban. Tampoco nos podemos olvidar de la irrupción de la IA, que terminó de enmierdar todo en una doble vertiente: primero con las respuestas auto generadas por el buscador, y segundo con gente haciendo webs con contenido auto generado para copar los primeros puestos de búsqueda.

¿Y qué pasó con los foros y los blogs que resistieron los cantos de sirena del SEO? Primero que sus visitas se vieron ahogadas por la enshitficación de Google y de otras plataformas (con distinto timing; lo mismo ha ido pasando con Facebook o Twitter, otras fuentes considerables de visitas). Segundo, los usuarios nos vimos cegados por las redes sociales: las vimos como plazas públicas donde poder hablar de cualquier tema con todos nuestros contactos que antes estaban diseminados en distintos foros y espacios de comentarios. Las comunidades se fueron vaciando, los blogs se quedaron sin visitas y en muchos casos se borraron por falta de actividad. Un pequeño incendio de la Biblioteca de Alejandría.

Pero de nuevo todo se estropeó. Estas redes sociales pasaron a maximizar beneficios dando visibilidad a los usuarios de pago con timelines algorítmicos que priorizan el contenido que genera más reacciones, que suele coincidir con el más polémico. Así que estas redes se polarizaron y crearon un ambiente hostil donde reina el que dice la mayor barbaridad. El contenido verdaderamente útil (muchas veces en formatos tan incómodos como los hilos de Twitter) quedó enterrado en polémicas y cada vez era más complicado encontrar las actualizaciones de tus contactos.

Pero no queda todo ahí. El contenido útil dejó de ser propiedad de sus autores. Ahora son de las redes sociales ¿Borras tu cuenta porque el dueño de Twitter es un nazi? ¿Te sales de Instagram porque no aguantas que intente retener tu atención? ¿Medium se ha vuelto algo infame? Dile adiós a tus fotos, a tus posts y a tus contactos.

Podemos achacar toda esta espiral descendente al capitalismo, que busca maximizar los beneficios llevándose lo que sea por delante (provocando la degradación de las plataformas digitales), y del liberalismo, que infiltra las lógicas empresariales en la cotidianidad de los ciudadanos (anulando el altruismo y replicando los ciclos de degradación en cuentas personales). No hay nada como ver un pequeño perfil haciendo promos de Wetaca para sacarse cuatro perras.

Erik Olin Wright en su libro Cómo ser Anticapitalista en el S.XXI (libro tan sencillo como revelador; lo recomiendo a pesar de tener un título propio de un libro de autoayuda) presenta cinco estrategias para la lucha anticapitalista: aplastar el capitalismo, desmantelar el capitalismo, domesticar el capitalismo, resistirse al capitalismo y huir del capitalismo. Abrir un blog quedaría enmarcado en la última estrategia: si parece inevitable que todas las plataformas digitales se terminen enshitficando, huyamos a espacios donde nosotros tengamos la propiedad de nuestro contenido. Obviamente seguiremos poblando redes sociales, pero restémosles peso en nuestras vidas. Si Bluesky, Mastodon o cualquier otro servicio se degrada encontraremos nuevos sitios donde conversar, pero tendremos nuestro blog como punto donde ser encontrado. Sin buscar visitas, sin meterle un Google Analytics para tener métricas. Simplemente por tener un espacio donde volcar lo que a cada uno le apetezca y que persista en el tiempo.

Entonces… ¿Por qué abrir un blog en 2025? Como primer paso para intentar volver a aquella época dorada llena de pequeñas webs, foros efervescentes y contenido de calidad.